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Guillermo Giráldez. Conferencia.

Guillermo Giráldez Dávila es un arquitecto de origen gallego afincado en Barcelona y uno de los renovadores de la arquitectura española durante los años 1960-70.

Junto con Xavier Subiás Fages y Pedro López Iñigo desarrolla la mayor parte de su trabajo en Barcelona, destacando entre sus obras la Facultad de Derecho, la Facultad de Económicas y la Universidad Autónoma, la Biblioteca del COAC y los polígonos de viviendas de Montbau y el sudoeste del Besós.

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«Mi padre era gallego, de cerca de Baiona, y mi madre, colombiana. Se casaron en San Sebastián y se establecieron en Barcelona, donde nací», explica Guillermo Giráldez, uno de los miembros del Grupo R y del que formaban parte figuras como Coderch, Sostres o Moragas, a los que se sumarían, entre otros, Oriol Bohigas y Josep Martorell. Giráldez es autor de las facultades de Derecho y Económicas de la Autónoma de Barcelona.

En la siguiente entrevista efectuada por Isabel Bugallal para laopinion.es podemos deducir mucho en relación al pensamiento del arquitecto.

-¿Cómo se hacía arquitectura en la España de los cincuenta?

-Se hacía una especie de neoclasicismo bastante adocenado y pasado por agua. En la escuela se nos formó en un arquitectura clásica y al terminar la carrera salíamos sabiendo dibujar perfectamente los órdenes clásicos pero en los últimos cursos comenzaba a cambiar, alguno había leído una cosa, se enteraba de una noticia y empezábamos a desengañarnos, digamos, y a pensar en cosas más actuales.

-¿Tomaron la herencia de la República, del Gatcpac?

-Sí, el Gatcpac fue un fenómeno muy efímero, se fundó en 1930 y enseguida vino la guerra y se fue todo al traste, pero de todas formas dejaron unas obras que fueron de las que nos hicieron reflexionar.

-Y se empeñaron en introducir el Movimiento Moderno.

-Sí, fue una onda que se expandió en aquellos momentos y prácticamente toda nuestra generación nos convencimos de que había que trabajar en un sentido más actual.

-Entonces ustedes tenían contacto con artistas del Dau al Set…

-No mucho, había algunos que sí. En realidad, en nuestro equipo -Xavier Suviás, Pedro López Íñigo y yo- vivimos bastante metidos en casa, no fuimos de los que se relacionaban mucho con movimientos intelectuales. El que más salió del cascarón fui yo con el Grupo R, pero aún así el Grupo R se ha magnificado bastante y, en definitiva, era un grupo de amigos que se reunía de vez en cuando a hablar, tampoco era una cosa muy avanzada.

-¿Cree que se ha mitificado?

-Bueno, sí, se han escrito libros, se ha dado mucha coba y, en realidad, cuando uno lee todo esto, se dice, ‘bueno, no había para tanto’. La intención era buena pero se hicieron pocas obras palpables.

-¿Qué fue lo mejor?

-Varias cosas, entre ellas las exposiciones que hacíamos de proyectos de obras y de materiales nuevos que empezaban a salir entonces, que era uno de los caballos de batalla de la renovación. Otra cosa muy interesante que hacíamos era que, cuando alguien tenía un proyecto entre manos, lo llevaba y lo enseñaba y todo el mundo opinaba. Era una cosa muy informativa y sana porque, sin pelos en la lengua, cada cual decía lo que le parecía.

-Se compartía, ¿y ahora?

-Ahora no sé lo que se hace, llevo doce años jubilado. La verdad es que me parece bastante frívola la arquitectura de hoy en día. Se busca antes que nada el escaparate, salir en las revistas y que hablen de uno.

-¿Qué es lo que falla?

-Falla el concepto. Se ha perdido la idea de que la arquitectura es un arte cuyo objeto es hacer lugares habitables, y lo que se hace ahora son esculturas con la posibilidad de albergar personas, pero lo que interesa es la escultura.

-¿Qué es arquitectura?

-Según Vitruvio, era un triángulo y cada vértice representaba la solidez, la utilidad y la belleza y, cuanto más equilátero fuese, mejor, y hoy en día se exagera el de la estética. Se hacen obras que exigen unas estructuras complicadísimas absolutamente innecesarias que suponen un encarecimiento brutal.

-¿El colmo de eso qué sería?

-En Barcelona, por ejemplo, cuando hubo los juegos olímpicos se hizo la Villa Olímpica, y aquello es una especie de muestrario de monstruos porque cada cual quiso hacer una originalidad y resulta una especie de zoológico gigante.

-¿Le molesta el Guggenheim?

-El Guggenheim es una gran escultura, una exageración, pero un museo aún puede permitirse ciertas frivolidades, aunque, podía ser mucho más normal, más funcional.

-¿Con la crisis cree que se restablecerá la cordura?

-La crisis, de momento, lo que hace es cerrar el grifo y no se construye nada. Lo que no sé es si llegará a ser una buena lección, pero tendría que servir.

-¿Ejemplos de buena arquitectura?

-Yo me iría a los años 50.

-¿Y qué destacaría?

-Obras de Fisac, en Madrid; de Vázquez Molezún, de Coderch.

-¿El futuro?

-El rumbo está muy desviado del norte. Supongo que tarde o temprano se volverá a cierta sobriedad, a cierta racionalidad.

-Justo lo que ustedes reclamaban cuando empezaban.

-Nosotros hemos sido siempre racionalistas. Se identifica con líneas rectas, cristal y aluminio; esa es la epidermis de un cierto racionalismo, pero el racionalismo es en realidad una filosofía: lo que hagas y todos los elementos que utilices deben tener una razón de ser. Cada uno escoge luego la forma preferida, pero lo que aceptaríamos nunca son obras planteadas por puro capricho, como ahora.

-¿Qué recomendaría a los jóvenes arquitectos que salen de la escuela?

-Que estudien a Gropius, a Mies Van der Rohe, a Le Corbusier y que se empapen bien de racionalismo.

Comments

  • Richar White
    26 noviembre, 2009

    Coño! si es Sean Conery!

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