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Manuel Castells. Entrevista Citilab-Cornellá.

«Citilab demuestra que es posible cambiar la realidad con el poder de la imaginación y de las ideas»

“En cualquier nivel de desarrollo tecnológico pueden darse experiencias muy creativas cuando hay voluntad política y unos mínimos recursos económicos”

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MANUEL CASTELLS
Director del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la UOC, entrevista realizada el 12-12-2008.

¿Qué deberían potenciar las ciudades que aspiran a ser líderes en la Sociedad de la Información?

En términos de liderazgo cultural y político estamos en una época en que los flujos de información a través del espacio de internet y del espacio de la comunicación se convierten en el ámbito dominante. El problema que puede suceder es que a veces los ciudadanos, como personas, quedan fuera de ese espacio. Al mismo tiempo, los ciudadanos que siguen viviendo en sus barrios, en su ciudad, sin conectarse a Internet -que es donde se genera la cultura global y donde se decide económica y políticamente su destino- quedan totalmente desconectados.

Así pues, lo más importante en este tipo de sociedades es conectar lo global con lo local. Es lo que yo llamo conectar el espacio de los flujos con el espacio de los lugares, y en este sentido, las ciudades que consiguen conectar ambos y que tienen un liderazgo en términos de intervención en el espacio global, pero en beneficio de los ciudadanos que representan, son las ciudades que se situarán como líderes de nuevas formas de vida.

¿Esto tiene implicación económica? Pues en cierto sentido sí, porque los ciudadanos que sigan informados, que estén articulados con las nuevas tecnologías y que al mismo tiempo mantengan su cultura y su ciudadanía son aquellos que serán más capaces de producir conocimiento, información y, en último término, valor en una economía de la información y del conocimiento. Es decir, lograr que coincida lo que es necesario hacer tecnológicamente, con lo que es necesario hacer social y políticamente y con lo que es necesario hacer económicamente. El problema es que, para poder disfrutar de esa suerte, hay que saber vincular los tres aspectos. Es algo muy difícil, por esto las ciudades que sean capaces de hacerlo serán líderes.

¿De qué manera la sociedad que interactúa en Internet influye sobre lo que muchos siguen denominando el mundo real?

En realidad, yo discutiría el concepto de sociedad virtual y sociedad real. Creo que la virtualidad en la que vivimos es una de las dimensiones fundamentales de nuestra realidad. O sea, vivimos con internet, no salimos de ella. Estamos todo el día continuamente conectados a la red, donde hay espacios de comunicación e interacción entre personas, de la misma manera que hay espacios de trabajo.

Todo lo que hacemos, desde que empezamos el día hasta que acaba, lo hacemos con Internet. Ésta es una de las razones por las cuales resulta fundamental que la fracción de población que todavía no utiliza Internet -fundamentalmente población mayor- tenga acceso a esa capacidad porque si no, van a quedar excluidos y marginados antes de tiempo. Si a alguien no le interesa para nada y piensa que no es importante relacionarse con Internet, está en su derecho, nadie le va a empujar. Además, la sociedad tiene que acomodarse a las personas. Aún así, a la inmensa mayoría de gente que conozco le gusta Internet, lo que sucede es que sufren un bloqueo psicológico, que es diferente del bloqueo en el aprendizaje técnico.

Yo diría que la conexión entre lo virtual y lo presencial (no diría lo real, porque la realidad es virtual y presencial a la vez) la establecemos nosotros. No hay dos sociedades, hay dos formas de relación y actividad social en nosotros mismos. Somos nosotros los que tenemos que buscar la mejor forma de acomodarlas y adecuarlas.

Tras su visita al Citilab, ¿qué opinión le merece el proyecto en su primer año de vida?

Lo primero es congratularse del poder de las ideas. Es decir, la iniciativa de un grupo innovador de Cornellá que en su momento tuvo en mente el Citilab. Y además de la idea tuvieron el entusiasmo y la capacidad de trabajo necesarias para ponerlo en marcha. Por eso creo que los fundadores y desarrolladores de Citilab son innovadores en el sentido más estricto del término, personas capaces de cambiar la realidad a partir de su imaginación y de sus ideas. Y además, sabiéndolas llevar a la práctica con trabajo, con esfuerzo, con contacto y mucha, mucha paciencia. Esto, para empezar, es una especie de oda a la creatividad humana y a la capacidad de pensar. Al principio la opiniones iban desde el escepticismo hasta la crítica negativa, en el sentido de “¡para que sirve esto!… Lo más importante es que estamos hablando de un sueño hecho realidad.

En segundo lugar, Citilab expresa exactamente un proyecto urbano en el que la ciudad es un espacio donde vive la gente, que hay que reconstruir partiendo del pasado manteniendo la continuidad con este pasado y, a la vez, viviendo en una sociedad tecnológica y globalizada. Expresa por un lado la continuidad de la vieja estructura industrial de Cornellá, reorganizada bajo una nueva forma urbana a partir de un mismo edificio. De hecho, un excelente diseño arquitectónico, que recomiendo ver como ejemplo de una solución funcional y a la vez muy bella.

Estamos realmente ante un nuevo tipo de proyecto urbanístico que expresa también una continuidad de economía urbana (pasar del espacio de la manufactura al espacio de la creatividad tecnológica, de la innovación) y, además, combina las funciones de centro cívico y espacio social en el que la gente va para hacer cosas. Lo importante es que aquí se da una diversidad cultural, de géneros y de edad, tal como sucede en la ciudad. La ciudad es diversa y es interesante porque todo este tipo de gente vive junta. En el Citilab, podemos ver a los abuelos y a los niños a la vez, cada uno desarrollando sus actividades y luego juntándose. O bien a gente que hace cosas tecnológicamente muy avanzadas mientras otros están jugando. En el mismo espacio se encuentran empresas innovadoras que están allí produciendo servicios avanzados, consultoría, tecnología y, por otro lado, grupos que se organizan para ver cómo gestionan su ciudad y cómo debaten el proyecto urbanístico. Es decir, reunir en un edificio la modernidad tecnológica y la continuidad cultural resulta una experiencia bastante ejemplarizante.

El problema de Citilab es que es frágil porque es un prototipo que si no se desarrolla, acaba consumiéndose a si mismo: pueden surgir problemas económicos, peleas por la escasez de recursos… Citilab es como un gran pájaro lanzado al ciberespacio: tiene que seguir volando, cada vez más, debe generar ejemplos, necesita ligarse a redes internacionales y de Cataluña, en las que haya centros semejantes. Citilab tiene que ser al mismo tiempo un prototipo y una vanguardia cultural, y si lo consigue, algún día quedará en la historia urbana de las ciudades.

¿Qué centros ha visto en el mundo que compartan esta filosofía?

De alguna manera, el Tech Museum de San José, en California, en el centro de Silicon Valley, incorpora muchos de estos elementos. Tiene más capacidad de exposición tecnológica pero en cambio tiene mucha menos capacidad de integración permanente del tejido urbano y ciudadano. Para los niños está muy bien, pero para la sociedad en su conjunto mucho menos. Este centro corresponde a una sociedad en la que la gente tiene en su casa avances tecnológicos mucho mayores. Por tanto, el caso de Citilab en este aspecto es bastante ejemplificador.

Otro ejemplo, a nivel mas modesto, son los Centros Comunitarios que encontré hace cinco años en la Finlandia Rural. Todo el mundo habla de la Finlandia desarrollada, de Nokia, pero de hecho el campo finlandés esta bastante atrasado, la gente de 60 años tiene muy poca o prácticamente ninguna cultura tecnológica. Por ello el gobierno finlandés ha puesto en marcha un programa para integrar al conjunto de la población en la Sociedad de la Información, creando una serie de centros.

Y por último, los centros que tienen ese carácter cívico, al igual que Citilab, pero a una escala mayor, son los telecentros brasileños. En particular, en el área de San Paulo integran a centenares de jóvenes (y no solo jóvenes), para realizar tareas de alfabetización digital, de organización cívica o de lucha contra la violencia. Estamos hablando de centenares de personas en centenares de centros, un programa enorme que algunos de mis colegas están investigando en este momento y que y que muestra cómo la entrada a la tecnología puede ser un elemento de cohesión social y por ejemplo una alternativa contra la violencia de las bandas.

Los jóvenes se encuentran entre ellos, pero para crear tecnología y a través de ella crear cultura. Las experiencias son aún más poderosas porque muestran que en cualquier nivel tecnológico de desarrollo puede haber experiencias muy creativas cuando hay voluntad política y unos mínimos recursos económicos que luego se multiplican por diez en términos de beneficio social.

¿Es Citilab un modelo fácilmente exportable?

Como Citilab, no necesariamente, porque cada situación es única. Si por el modelo Citilab entendemos poner juntas la sociedad local, la innovación tecnológica y la construcción de un puente entre generaciones junto con centros de innovación para empresas que refuercen el tejido productivo local, si es esa la forma del Citilab, entonces si que es un modelo replicable pero cada uno en sus circunstancias y en su coyuntura.

 

Texto e imágenes vía: www.citilab.eu

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